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¿Qué quieres que te dé?

… le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé. —1 Reyes 3:5

Me han contado que las «historias sobre tres deseos» pertenecen a casi todas las culturas y siguen una idea similar: Aparece un benefactor y ofrece conceder tres deseos a un confiado beneficiario. Que estos cuentos se den con tanta frecuencia sugiere que todos queremos tener algo que no podemos conseguir por nuestros propios medios.

Incluso en la Biblia hay una «historia de un deseo». Ocurrió una noche cuando el Señor se le apareció a Salomón en un sueño y le dijo: «… Pide lo que quieras que yo te dé» (1 Reyes 3:5). Salomón podría haber pedido cualquier cosa: riquezas, honra, fama o poder. Sin embargo, no pidió ninguna de estas cosas, sino que quiso tener un «corazón entendido» (v. 9); es decir, un corazón humilde y dispuesto a escuchar la Palabra de Dios y aprender sus verdades. El joven e inexperto rey que cargaba con la responsabilidad de gobernar una vasta nación necesitaba la sabiduría del Señor para desempeñarse bien.

¿Tengo yo esa sabiduría? Si Dios me hablara directamente y me preguntara qué puede hacer por mí, ¿qué le pediría? ¿Salud, riqueza, juventud, poder, prestigio? ¿O le rogaría que me dé sabiduría, santidad y amor? ¿Sería sabio o insensato al pedir?

Supongamos que el Señor te preguntara qué quieres que te dé, ¿qué le pedirías?

—DHR

Dios les da Su sabiduría a los que humildemente se la piden. _______________________________________________________________________________________
¿Demasiado ocupado? ¡Nunca!

Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. —Salmo 145:18

Unos estudiantes universitarios le alquilan una casa a mi hermana y a su esposo. Una noche, un ladrón intentó entrar a robar. Cuando la joven que vive allí llamó a la policía para decirles lo que estaba pasando, la operadora le respondió de una manera inusual: «Tendrá que volver a llamar por la mañana. Ahora estamos demasiado ocupados». ¡Qué respuesta tan perturbadora! La muchacha había hecho lo correcto al llamar a la policía, pero, por alguna razón, no prestaron atención a su pedido de ayuda. Esa clase de indiferencia decepciona.

No obstante, cuando acudimos a Dios en oración, la indiferencia no existe. Es probable que, a veces, nos parezca que el Señor no oye, pero sí lo hace. Él está atento y nos responderá. La Biblia nos recuerda que podemos hallar consuelo en saber que nuestro Dios está profundamente interesado en lo que pesa sobre nuestro corazón: «Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras» (Salmo 145:18). Cuando clamamos a Él, nunca obtendremos una respuesta desinteresada.

En vez de alejarse de nosotros cuando acudimos a Él buscando ayuda, nuestro Padre celestial se nos acerca en los momentos de necesidad. Nunca está demasiado ocupado para escuchar las oraciones de Sus hijos: Cuando lo llamamos, nos oye.

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 La Oracion

 

Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne.
Salmo 65:2.

Por esto orará a ti todo santo
en el tiempo en que puedas ser hallado.

Salmo 32:6.

¿Tiene sentido orar? ¿De qué sirve la oración? Hay personas que sonríen al oír estas preguntas y piensan que orar es un monólogo mediante el cual la gente trata de persuadirse de ciertas cosas.

Pero no es cierto. Orar, es decir, hablar con el Dios viviente, eterno, todopoderoso, es algo indispensable para el creyente. Él tiene que hablar con su Dios y se le permite hacerlo, porque Dios oye y contesta las oraciones. Pero hay algo que Dios desea de nosotros: que oremos confiando en su amor y omnipotencia, dejando en sus manos la manera en que vaya a responder.

Al lado de la oración, que a menudo la convertimos en un pedido a nuestro favor, Dios nos concede la posibilidad de interceder, es decir, de orar por los demás. No nos cuesta orar por los que amamos y apreciamos, pero el Señor Jesús exige también que intercedamos por los que no nos quieren o nos hacen daño. Si nos dejamos mover por el amor de Dios, también podremos hacer tales intercesiones.

Existe aún otro motivo para hablar con Dios: el agradecimiento. Debemos darle las gracias por todo lo que nos dio mediante el Señor Jesús y por todo el bien y cuidado que recibimos diariamente de su parte. Estrechamente ligada con el agradecimiento está la alabanza.

Podemos celebrar a Dios por lo que él es y por lo que nos permite experimentar. Y ¿cuál es el resultado, cuando nuestra oración llega a ser alabanza y loor? Hará que nuestros corazones estén felices. ______________________________________________________________________________________
Jesús me Sacó de Ahí

No cesamos de orar…
para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.
Colosenses 1:9-10.

Un hombre le decía con tono irónico a su compañero, un alcohólico recientemente liberado de su esclavitud: – ¡Cómo cambiaste! Se habrá necesitado mucha gente y muchos discursos para inducirte a no beber más y a cambiar de vida. –¡Oh!, se necesitaron sólo dos personas, contestó el interpelado. Yo que resistía con todas mis fuerzas, y Cristo, quien me amó y me sacó de ahí. Él me liberó del alcohol.

¿Adónde pueden llevarnos nuestras pasiones? “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15).

Jesucristo nos ama y a causa de su amor desea salvarnos, no sólo de lo que nos mantiene esclavos, sino de la muerte a la que nuestras pasiones nos conducen. ¿De la muerte del cuerpo, piensa usted? Es posible, pero ante todo de “la segunda muerte”, más terrible aún, la que después de nuestra comparecencia en juicio delante de Dios nos arrastrará inevitablemente al castigo eterno. ¿Por qué resistir a Aquel que quiere nuestra felicidad y desea llevarnos a su presencia? Liberados de nuestras cadenas y limpiados de nuestros pecados por la fe, en virtud de “la sangre preciosa” derramada en la cruz, somos salvados por Cristo eternamente (Lea 1 Pedro 1:18-19 _______________________________________________________________________________________
La Fe nace al oir la Palabra de Dios

Romanos 10:17 “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Reina y Valera)

“Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo.” (Dios Habla Hoy)

Los médicos afirman que aquellos que tienen problemas de audición también pueden tener problemas con la estabilidad. Cualquier problema originado en la zona de los oídos puede producir en las personas mareos que les hace hasta desestabilizarse, caer e incluso desmayarse. En la vida espiritual sucede lo mismo. Si nuestro oír está defectuoso, perderemos la estabilidad y caeremos de nuestra condición espiritual. La mejor manera de mantener sano nuestro oído espiritual es oyendo la Palabra de Dios.

Cuántas veces durante el día oímos distintas voces que intentan impedir que oigamos la Palabra de Dios. Esas palabras no solo pueden ser las llamadas comúnmente malas palabras y/o palabras obscenas. Me refiero también a aquellas palabras negativas de calumnias, chismes, desaliento, etc., que vienen sobre nuestra mente para torturarnos y hacernos caer de nuestra estabilidad cristiana.

La Biblia enseña que la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la Palabra de Dios. Propongámonos en este día hacer “oídos sordos” a toda palabra que no sea la del Señor y a la vez a tener un oído bien dispuesto para escuchar las promesas vigentes y eternas de la Palabra de Dios.

Oracion: Señor, cierra mis oídos a lo que no conviene que escuche. Sólo quiero escuchar Tu voz y aferrarme a Tu Palabra para que mi fe en este día crezca un poco más y pueda serte fiel. Por Cristo Jesús, amén.


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